Llueven gotas ardientes,
la aurora colorea el horizonte
con pinceles de fuego,
la ciudad es un horno
la calle, la cloaca nauseabunda
que conduce al infierno.
Soledad, incerteza, desespero
se respira en el aire,
las pantallas escupen profecías
que desgarran el alma,
la guadaña sacude los sembrados
cercenando esperanzas,
los voceros del averno pasan lista
afilando sus daga.
Pero no estamos muertos
¡empuñemos las armas y las fuerzas
que el amor nos ha dado¡
la constancia, la empatía, la risa
el temple y la ternura
y salgamos al campo de batalla
a vencer la locura,
a rasgar las tinieblas, las cadenas
con que quieren atarnos,
a tomar la bastilla tenebrosa,
liberar los esclavos
y salvar la utopía del cadalso
en que quieren colgarnos.