A MIS HIJOS
Hijos míos: aún tengo fuerzas para madrugar
y respirar con alegría.
Aún Tengo fuerzas para caminar bajo la lluvia
y recorrer varios kilómetros sin que se moje mi alma,
porque en mi alma ya ha llovido demasiado.
Quiero caminar despacio y observar la idiotez
de los que caminan ligero, porque aprendí
a detenerme y observar con detalle
las cosas más sencillas de la vida; la risa
inocente de un niño, el canto melodioso de un ave,
el viento suave golpeando mi rostro, el ladrido
de un cachorro, las hojas de un árbol que caen
en cámara lenta, que sin tener alas vuelan libremente,
en fin, todos los momentos sencillos y sublimes
que pasamos por alto, por no detenernos a observarlos.
Hijos míos, aún tengo fuerzas de amar y ser amado
aunque el amor no me haya comprendido.
Cuando estaban pequeños solían acercarse y abrazarme
y compartíamos bellos momentos en familia.
Hoy que han crecido y se han marchado, deseo
que la vida les de mucha alegría, pero no me olviden.
No dejen que el tiempo les tome ventaja.
Deténganse un momento y observen
con detalle las cosas sencillas de la vida.
Cuando corran el velo de sus ventanas
Y la luz del sol penetre a través de los cristales
Sabrán que la vida es hermosa y maravillosa.
Cuando sus piernas no puedan soportar el peso de su cuerpo
Y sientan que sus fuerzas se han perdido para siempre
Sabrán que es hora de partir.
Hijos míos, tendré fuerzas hasta el fin de mis días,
pero cuando caiga y no sienta el golpe de mi cuerpo
contra el suelo, entonces sabre que ya me he ido.
Autor: Fabio Bohórquez Rodríguez
Registro No. 10-909-42.
Dirección Nacional de Derechos de Autor.