Que la puerta sea fortín
frente a este mundo.
Es levantar un pie sobre mi umbral
el acto inaugural de mi retiro,
de mi realidad el despido.
Es la puerta trasponer prender
la llave y girar, una, dos y tres.
Es la posadera en silla sentar, la ropa
quitar y el pijama poner una liturgia.
Es sentarse a comer, las noticias ver
o los cotilleos reìr un desparrame,
una gozada, un despelote.
Es trabajar una bendición, sí,
pero es de la Trinidad misterio
llegar, cerrar y besar el santo.
Ahí ando, entre dimes y diretes,
ya os voy contando mi idas y venidas,
mis cuitas y movidas con este cuento
del sudor de su frente.
Hay que ser muy buena gente
para que tó quisqui se crea
que la harina con el sudor casa,
cuando ni el sudor se bebe
ni la harina sin levadura sube;
que hasta el más necio sabe
que aquí no se viene a hincar
el codo sino a dos carrillos masticar
y las cuarenta cantar.