Una manta de incertidumbre cubrían mis días de soledad,
la tenue luz de la felicidad se veía opacada por el miedo a comenzar de nuevo;
sin pensarlo llegó un haz de luz, llenando con su inmenso resplandor mi vida,
así es, despúes de noches en vela, donde mis pensamiento me destruían y se
apoderaban cada vez más de mis posibles actos, llegó el sosiego.
Una mirada profunda, emanando amor y un brillo
que dejaba a todas las estrellas del firmamento como unas simples velas.
Despúes de tantas desdichas llegó la calma,
como si se hablara de una terrible tormenta y seguido sale un sol imponente,
de esa manerá llegó aquella persona, llenando mis días de paz.
Ahora no me da miedo pensar en el futuro,
me sumerjo en sus besos dulces y brazos que llenan mi cuerpo de fuerza,
con un simple abrazo, una simple mirada, un pequeño beso,
me muestra lo feliz que puede ser mi futuro junto a ella.
Tomo las cosas con calma,
le escribo con intensidad y pasión,
para que se de cuenta
que a mi lado no le faltará ni un segundo de amor.