Sé que pronto me afectará este atardecer,
quiero aferrarlo a la boca del mar
y evitarme la tortura de los perfumes
llenos de palabras que,
solo se respiran en la noche.
Sé que a la soledad le desagrada su naturaleza
porque sé que pronto dejará marcas,
porque para ella los sollozos
son una eterna fiesta,
una lastimera mezcla,
una danza venérea de dolores reptantes,
de orgías que colapsan
y erosionan al cuerpo donde habita,
qué mejor compañía para esta aburrida enfermedad.
¡Cómo gritan estas lágrimas,
cómo alteran el confín!
Antes de la luna
ya le estoy ladrando al recuerdo.
A las circunferencias
donde mi lengua fue un péndulo
en la aureola de tus pezones.
Donde fui un circo,
en el círculo,
con tus pupilas que me vieron arder
en el aro de fuego
conocido como el final con lumbre
que tiene una mujer.
Cómo gritan estas lágrimas
y cómo grito yo
al no poder vomitarlas cuadradas,
cómo son tan miserables las vidas
y su transcurso redondo.
Porque ahora,
en esta súbita despedida:
no me duelen aquellas órbitas tanto,
como ponerle el punto final
a una historia que aún muerta
en mi cabeza sigue girando.
//Por: Hoz Léudnadez
//Del Libro: Escarnio: doble filo. Alegro: graznido y trino
//Editorial Letras Feroces 2005