Paisaje nevado.
Arboles centenarios,
flotantes
sosteniendo
un cielo,
sin mácula.
Soledad
y belleza.
Un nostálgico
atardecer,
o tal vez,
un amanecer trémulo.
Me interné
en ese bosque
exuberante.
Mis pisadas
se hundían
en la nieve.
La cabaña
de troncos
cobijó con ternura,
mi cuerpo
helado.
Reviví.
Atravesé el sendero
cercano
y me perdí
nuevamente,
en la gran ciudad.