¡No he tenido nunca una noche mas dura que esta!
Ni un humano cerca,
ni siquiera un gato maullando en las tejas.
Y un lúgubre hastío en mi boca seca de sus besos largos.
Y un sabor amargo,
Y brazos abajo de capa caída.
Y una voluntad roída y en baja.
Una noche larga,
donde los fantasmas se estiran la cara y agitan las sábanas.
Donde un Cristo niega su luz a las lámparas
y aquellas se apagan; se rompen y apagan.
Mientras las pastillas se esparcen tan blancas por toda la pieza
va mi muerte lenta.
Y nadie me reza ni me dice nada.