Curtida por recuerdos amargados
en rocas, a mi piel, has convertido
abrupta y con los poros empedrados
después de la erosión que han padecido.
Guijarros de cantera despiadados
mi rostro constituyen desabrido
llorando, sin remedio, desgajados
enfrente de las huellas de tu olvido.
Hundiste, tras tu adiós, mi fortaleza
con lágrimas de arena y sinsabores
tallándome un abismo sempiterno.
Formaste, con tu marcha, mi corteza;
sillares de peñascos y dolores
labrando, en mis mejillas, un infierno.