Vamos llegando a casa,
te observo desde que acudí
a recibirte a la Terminal.
Platicamos un poquito
en el regreso del otro camión.
Te expliqué cómo llegar
a mi dirección.
Pasadas las dos de la tarde,
el sol casi vertical
sobre nuestras cabezas,
mientras recorremos dos calles,
de la parada a donde vivo.
Entramos por otra puerta,
y nos ahorramos una vuelta
y un poco de sol.
Cruzamos una alberca
-Cuando vengas más temprano,
seré Neptuno, dios del mar
y tu una sirena- Me sonríes.
Al fin, ya estamos aquí,
sólos, en nuestra propia intimidad.
Te acaricio un poco, y nerviosa dices
-Qué desesperado eres-
no contesto, guardo silencio,
evitando tempestades
donde fluye una suave brisa.
Un café, un cigarro, un vaso con agua.
yo, con la urgencia, te confieso,
de que ya los terminaras.
Tú, paciente, sentada,
muy cruzada de piernas.
Yo, mirando el reloj del tiempo,
por que cada momento
se acercaba tu regreso,
y hay menos del nuestro
de que estemos juntos.
Voy y vengo a la habitación,
prendo el aire por que hace calor,
un poco después, lo apago,
por que enfría mucho.
Te gusta estar en el balcón
y de nuevo lo visitas.
De momento, estoy junto a él,
solo que ahora está vacío,
la silla donde te sientas,
sin ti, nuevamente en su lugar.
El sol se mete por la ventana
y se posesiona de la sala,
todo lo descubre,
nada permanece oculto.
¡Vamos a la alcoba,
donde hay la frescura del amor
y menos claridad!
No se decirte las emociones
que tengo este momento,
cuando cruzamos la puerta
para entrar.
Miro de reojo
el reloj de mi brazo,
la hora y la fecha:
dos de agosto, tres de la tarde.
¿Cómo, me pregunto,
si es un día de más?
Ayer, hace 24 horas.
sucedió lo que te cuento,
Y yo que creía
que era este momento.
EL POETA DEL AMOR. 02-08-10.
BAJA CALIFORNIA SUR. MÉXICO.