Yo soy yo y mi circunstancia,
si no la salvo a ella no me salvo yo.
De cómo el hogar y su circunstancia
deciden el yo.
Mi hogar es mi Roma
de la antigüedad:
\"Todos los caminos
conducen a esta ciudad\"
rezaba desde lejano un dicho.
Cualquier ida que se nos tercie
busca una venida al calor
de la chimenea, descanso
del guerrero
tras la dura tarea.
Los senderos que como rayos
salen del hogar son divinos
porque nos marcan el destino
de la parada y fonda,
cuán honda sea la vereda
más hondo el anhelo
del volver y volver.
Si el hogar cambia el domicilio
los rayos de su sol cambian
de posición, y los antigúos,
extinguidos, quedan en el recuerdo,
mas agua pasada no mueve molino.
Solo si en el transcurso de las andadas
se va forjando la esencia en sus pisadas,
ese camino, aunque antañero,
sigue guardando su pedacito en el corazón
del viajero, aunque fuera una tibia estrella
que espere en el firmamento eclipsada
por el fulgor de la presente Luna,
del vespertino Venus, y del diario astro,
que resplandecen de presente.
Donde esté el amarillo que llena mi hogar
irradiarán los afectos del espacio y del tiempo
que me conciernan conjugar.