QUIZÁ SEA EL ÚLTIMO DÍA
Dedicado para nuestros mayores que tuvieron una vida difícil y sufrieron el castigo de una pandemia
Afanosas manos entretejiendo con lana y agujas
Sus ojos agotados de tanto parpadeo y recorrido
Cansados de ver lo que nunca tuvieron que ver.
Teje y teje fatigada, porque así la enseñaron.
El tiempo no se pierde, las mujeres han de ser hacendosas,
Desde que nacen hasta que mueren, el tiempo es oro.
Decían las madres y las abuelas de antaño a las jovencitas
Rizadas y descoloridas lanas usadas, dan forman a los aburridos ovillos
Tricota y tricota, un punto tras otro, teje callada.
Le viene a su cabeza la algarabía, gritos y risas de chiquillos.
Los chavales corriendo tras de un aro desgastado y roñoso
Sin cuidado ni miramientos se rebozan en los charcos de agua y barro
El pensamiento sigue volando a tiempos aún no olvidados
Mientras tanto, riega con lágrimas su fina piel arrugada.
Un marido cansado, con ojeras del duro día de trabajo en el campo.
Una cena humilde para entrar en calor el cuerpo,
Acallando los rugidos del estomago no acostumbrado a festines.
Azota el viento y la lluvia sobre la humilde fachada de adobe.
El cuerpo escarchado va entrando en calor al favor de la lumbre.
Y a luz del candil de aceite, remienda los pantalones con piezas de tela vieja.
Los lava con agua de hielo, y se secan al amparo del fuego.
Mañana empieza un tajo nuevo y debe ir presentable decía.
Fueron años de miseria y penumbra, en una España sometida.
Las armas, el odio, la avaricia, el poder, dejaron un pueblo en sequía
Se apago la risa y la esperanza, y dio paso a un futuro incierto.
El pueblo Se tiñó de sangre, rebeldía, sumisión, y resentimiento.
Los vecinos se condenan, porque su color pisaste.
Las mujeres perdieron la fe, de elegir de nuevo en las urnas.
La libertad que alcanzaron, acabó en las regueras, con las aguas de mayo
Y los planes de progreso, quedaron todos frustrados.
Los chiquillos ya no pisaran la escuela, ni las calles, jugando a los aros.
Crecerán con los señoritos trabajando fuerte en el campo.
Así es como ellos los quieren, ignorantes y callados.
Un golpe en la puerta la asusta y se le cae al suelo su ovillo rizado.
Entran sonrientes, ¿Quién serán? -madre, soy tu hijo, y estos tus nietos.
Los mira extrañada y con asombro, con recelo y hasta con miedo
No tiene el registro en su memoria lo perdió hace ya tiempo.
Y de nuevo, toca esconder la tristezas bajo las máscaras.
Tragan saliva y sonríen, esconden tristeza, suspiros, lágrimas y miedos.
Quién sabe, quien sabe, quien sabe si esta será la última visita a la residencia…
M J P