Eres siempre la aurora de mis versos,
la luna apasionada de mis letras
y la noche del beso refrescante,
Galatea canción de mis poemas.
Escondiste a Orión de mi pensamiento
al relatar la rima de mis penas,
dejando en todas ellas la caricia
y el etéreo roce de tus huellas.
¿Cómo es que siempre dejas en mis labios
el vibrante sabor de tus leyendas?
Respuestas, no tengo. Sólo respiro
una vivencia que se vuelve eterna:
dos amantes rendidos a la vida
y al verso devenido en odisea.