Ir y quedarse, y con pactar marcharse,
Irse sin alma e ir con el alma ajena,
Oír el suave canto de sirena
Y no poder de la flor despegarse.
Arder como un sirio hasta disiparse,
Construyendo torres en tierna arena,
Caer del cielo, y ser Belcebú en pena
Y de serlo nunca más retractarse.
Hablar con afásicas soledades,
Suplicar, resta sobre fe paciencia,
Y a lo transitorio llamar eterno.
Tragar presagios y rehuir verdades,
Es lo que nombran en la tierra ausencia,
Llamas del alma, y en la entraña infierno.