Cadenas milenarias
oprimen nuestra alma
hacia carencias paralelas
tenidas por verdaderas.
Esclava del falso realismo,
atrofiada, ensimismada
a vivir dormida aprendió.
Un espejismo de luz se cernía sobre ella
hasta que al fin vio lo que era
pues tan solo eso, un espejismo era.
Como tal se fue para no volver,
el ocaso se puso en ella,
tras de sí la más absoluta tiniebla.
Perdida se sentía,
sola se veía
ante lo que había sido una mentira.
Ciega como estaba comenzó a sentir
sonidos nunca antes habidos por ella.
Por vez primera comenzó a sentir
su propia piel, su respiración,
el latir de su corazón.
Algo nuevo empezó a surgir,
sus ojos en la negrura atisbaron una luz,
una luz que bullía de su interior
para iluminar todo en derredor.
Así en sus tinieblas despertó,
y ante sí su camino vislumbró.
La consciencia resurgió,
y la luz propia la invadió.
Pues vagando por una eterna cruz
al fin encontró su luz
en esta noche oscura
de nuestra alma profunda.