Cansada de llorar, de pensar, y de amar, y no ser
amada, me acordé de ti, mis ojos nublados por
el llanto, derramaron sus lágrimas ante ti.
Tú te acercaste, y tiernamente me miraste, y con un
beso, enjugaste todas mis tristes lágrimas, me dijiste
con voz dulce y serena, hija, ya no llores más, púes
Yo, un día dí mi amor por ti en una cruz, tu voz
me dio paz, y serenidad, entonces sentí que me invadió
una grata y plena tranquilidad.
Me distes un beso eterno, que se dibujó en mi corazón
mis lágrimas se fueron, y una sonrisa apareció en mi
rostro, acaricié con mis manos su amor infinito, inundando
mi cielo, de amor, luz y de una bella y exquisita paz.