Tus manos se volvieron frías desde aquel día.
¿Cómo es que nunca me di cuenta de que no estabas dormida?
Fuiste mi más grande amor a pesar de las mentiras, y aún que ya no vivas te amaré hasta mi muerte, querida.
Todas esas heridas que dejaste en mi corazón no se compararon con el dolor que sentí al verte en ese ataúd.
En mi mente se a quedado tu voz, esos gritos de desespero no los eh olvidado, mi amor.
Y pido perdón a Dios, pero me niego a confesar que fuí yo quien te mató.