Viajando por veredas escondidas
no logro distinguirles un camino
e inútil es mi andar de peregrino
delante de unas sendas retorcidas.
Incógnitas de rutas denegridas
el paso me lo tornan mortecino
llevándome, confusas, a un destino
de abruptos callejones sin salidas.
Estériles me abruman los quebrantos
y observo, nada más, que encrucijadas
iguales en su rumbo todas ellas.
Conforman el origen de estos llantos
y en círculos avanzan mis pisadas
dejando, tras de sí, las mismas huellas.