Recuerdo aún el temblor tibio de sus manos ágiles sobre mi cuerpo. Ese aletear de dedos como plumas en los pliegues de mi piel, en los recodos de las sendas recorridas con tersura hasta llegar a ese lugar tibio…prohibido y sensualmente abierto a sus deseos lúbricos, que encendían mi carne hasta sentir las venas cual canales recorridos por escarlata lava humeante, mientras los huesos ardían hasta doler de tanta avidez.
Repaso mi memoria y veo su boca cuyo aliento erizaba mi espalda hasta arquearla, como un puente, por donde su mortal brisa húmeda se enroscaba en mis senos, como una enredadera sutil y transparente.
Cierro mis ojos y siento su lengua-reptil, merodeando mi cuello, deslizándose por mi pecho sin darme tregua, cortando mi respiración, escondiéndose en lugares poco ortodoxos, pero que elevaban mi libido a un estado de extrema locura.
En largas noches de soledad su recuerdo vaga por las desoladas regiones de este cuerpo estéril desde que a su piel le atacó la amnesia y se olvidó de mi textura, de mi aroma y se volvió alérgica hasta escaparse de mí como un suspiro.
Dicen que otra piel más joven, perfumada de amanecer borro de su memoria el rastro de la mía, otoñal, aromada de brisa nocturna y melancolía
Anngiels Grigera Moreno
Derechos Reservados