Fátima Aranda

Pentagonía

No había nada, y fue todo. 

Ese todo pentagónico que vierte

sus rojas ascuas en las aguas terrenales

del aire que susurraba: todo. 

Era todo, aunque nada; 

anodina parte del todo 

de lo que nos rodeaba,

ínfima inmensidad de un todo, 

pero significó todo esa nada. 

Fuimos agua que, al bajar,

iba arrastrando las ganas y,

de tanto mojar la piel,

la lluvia nos anegaba.

Fuimos lava, cama en llamas,

pero de quemar el fuego

las pavesas de las brasas

nos granizaron la noche,

no notamos que ya helaba. 

Eramos núcleo, epicentro,

el eje de intersección de dos líneas

que cruzaban y fueron perdiendo

el punto a la vez que equidistaban.

Recobrada del barbecho,

tierra fértil de labranza que llenamos

de otros todos tapando el vacío

que ensanchaba.

Éter, mente, sombras, almas,

aire suma de dos soplos

que uno y uno se tornaban.

El aire paró el silbido,

enmudeció entre las ramas

de un otoño que llegó

mientras agosto asomaba,

a destiempo apareció, 

cuando nadie lo esperaba. 

Miramos en los bolsillos y 

ya no quedaba nada,

sólo memoria del todo

y su dolor de añoranza;

cinco puntas de una estrella

que del todo nos apeaba. 

Fuimos todo y hoy ya nada. Nada.

Todo lo dimos por todo y 

se quedó en todo por nada.

Luz De Gas