Miguel Arévalo

Dardos dorados

Un verde perfume de flores silvestres,

de la hierba y el heno

acompaña a la abeja

mientras flota en el azul del cielo,

dorada abeja zumbas en el aire.

 

Volando te elevas, juegas con el viento

y te desvaneces en cristalina atmósfera,

buscando tu panal entre verdes árboles.

 

Ahora regresas a nuestro jardín,

tres obreras te acompañan

con su danza gitana

y sus zigzagueantes ritmos.

 

Pequeños dardos dorados,

saliendo de su hogar,

para beber el néctar de las rosas blancas,

la sangre azul de violetas, de lirios y gardenias.

 

Mientras las abejas toman polen de las flores,

hojas del sauce se desprenden,

caen lentamente, giran en el aire,

emergen los recuerdos de la adolescencia,

el sabor a pan de elote de la abuela,

endulzado con miel de sus panales.

 

Las doradas abejas siguen allí,

en la antigua huerta,

su lenguaje es su danza,

ellas juegan con el tiempo,

el silencio y las flores...

¡Su danza del aire no tiene fin!