Cavando, insustancial, mi propia fosa
adrede y sin piedad me autodestruyo
viviendo una existencia indecorosa
que siempre, libertina, me atribuyo.
Campando va a sus anchas lujuriosa
creada, irresponsable, por mi orgullo
y exhibe una conducta perniciosa
de todo lo indecente que hago suyo.
Infame se comporta su albedrío
y torna reprochables los excesos
que afloran por mi espíritu viciado.
Corrupto, su cariz, lo vuelvo mío
sin nada el importarme que, mis huesos,
escojan, inmorales, su reinado.