Cómo duele observar que nuestra vida llega al poniente,
empezar a buscar en el cerebro las remembranzas,
se mira con ternura y mucho amor al omnipotente,
todo ha llegado a su fin en aquella etapa de labranza.
Iniciamos la comprensión de las diversas fases de la vida,
le encontramos sentido a cada mínimo detalle u ocasión,
la felicidad se torna extremadamente coqueta y nos convida
a disfrutar momentos inolvidables saturados de pasión.
La vida terrenal es sólo una y cada minuto es irrepetible,
aún no hemos podido aplicar toda la ley de la relatividad,
ningún instante de nuestra vida es comestible,
demostremos en cada instante una inmensa vitalidad.
Jaime Muñoz, 19 de julio de 2020