A tus plantas me inclino gran señora,
a pedirte, por Dios, que tu me abreves,
esta sed de adorarte que promueves
con tu estampa perfecta y tentadora.
Yo te imploro, señora seductora,
que mis sueños perdidos los renueves;
y la pena que cargo, la releves
con caricia suprema y redentora.
Y quisiera me enseñes el camino
que me lleve a gozar de tu hermosura;
y embriagarme en tu encanto tan divino
con la copa de ensueño y de locura;
y aspirar de tu cuerpo venusino
sus esencias que tienen magia pura.
Autor: Aníbal Rodríguez.