En el fresco claustro, sobre la exedra,
con suma destreza, rara pericia,
por sus anchas paredes crece la hiedra.
Y su trepadora hoja es la delicia,
que adorna de verde toda la piedra,
la besa y la mima en suave caricia.
La planta se enrosca en un gentil lazo,
se turba la roca por el abrazo.