Escribana de memorias

Agradecimiento a posteriori

Sebastián,

No creerás que apareces en vano,

quizá unos años después,

apareces en mis recuerdos,

como algo puro y diáfano que era un beso tuyo,

no era sólo deseo y lujuria,

te recuerdo con la ternura e inocencia de tus labios,

con la dulzura de tu mirada,

con tus brazos formados y acogedores.

 

Todo era tan familiar y hogareño a tu lado,

me gustaba todo lo que veía de ti y en ti,

irradiabas la silueta de ese hombre incógnito y culto,

al que pensé que estaría siempre conmigo,

enseñándome algo nuevo y al que amaba la naturaleza,

y todo su ser lo reflejaba,

en su mestiza e impoluta piel,

Sabes?

Te recuerdo con esos besos que sellan el alma,

con la benevolencia de un amor eterno y efímero.

Con lo que el destino decidió perecer.

 

Brotan unas cuantas lágrimas, 

y solo pude mencionar que te quise,

en medio de la nostalgia de aquel romance,

y te quise como nunca antes había querido,

y te quise a ti,

a quien en medio de su aventura se enamoró,

a quien me mostró lo bello e intenso del momento,

a quien llegaba con sus besos inadvertidos,

a quien me prometía niños que no íbamos a tener,

a quien me llamaba princesa sin pensarlo,

a quien me buscaba entre llamadas clandestinas para calmarse,

a quien me pidió un tiempo más,

a quien no me quería lastimar.

 

Te quise, como ese ser único

que yo buscaba reemplazar pero no olvidar.

Nadie olvida lo que soñó y emocionó,

solo se deja de recordar.

Pensé no escribir esto con tu nombre de por medio,

pero es ineluctable,

para que unos instantes posteriores,

yo pueda volver a archivar,

sin resentimientos y odios,

las caricias y miradas que evoqué,

en soledad y en fantasías

cuando pretendía imaginar un encuentro,

con quien no lo merecía. 

 

No era sólo entrega,

era todo lo que no sabía sobre el primer amor,

jamás lo debiste saber,

porque se nos pasó el tiempo,

en un beso perenne y un abrazo sincero,

en que debíamos confesarnos.

 

No te lo dije nunca,

nunca te di las gracias, 

porque eso no es común ni normal,

pero admitimos que,

no se iba a dar más,

sin recibir menos.

Al menos no nos hicimos tanto daño,

al haber prolongado en la distancia,

una relación que prometía mucho, 

pero que al final,

Dios nos evitó,

en un futuro indiferente.