Recojo angustiado el guante,
que me has arrojado al suelo,
convocando a feroz duelo,
para paliar tu desplante,
más que poeta, farsante.
Velo en la noche templada,
por defender a mi amada,
mis armas como un guerrero,
papel blanco y lapicero,
que son mi escudo y mi espada.
Cuando el sol luzca brillante
en lo más alto del cielo,
a la señal del pañuelo,
con la rima consonante,
te venceré contrincante.
Queda tu pluma afilada,
en esta lid derrotada,
que en tu arrebato grosero,
yo desenvainé primero,
dando fin a la emboscada.
Trémulo muda el semblante,
tu piel se convierte en hielo,
de seda es el grácil velo,
tan fino como elegante,
que cubre el rostro arrogante.
Muerto por la puñalada,
mi musa ha quedado honrada,
que como buen caballero,
me convertí en justiciero,
de esta batalla versada.
Sometido el desafiante,
tengo mi mayor desvelo,
en encontrar el consuelo,
en los brazos de mi amante,
y en su boca susurrante.
Bajo una luz nacarada,
ver su cara arrebolada,
sentir el amor sincero,
ese beso placentero…
y mi rima, ¡laureada!