Fuiste el susurro de un silencio que quedó prendado en mi alma.
Un sentir, un recuerdo, un profundo sentimiento.
Fui feliz entre tus brazos, te amé como jamás he amado a nadie y….jamás amaré.
Me perdí en tí, tú en mí, mientras tocábamos el cielo con nuestras manos, musitando palabras de cariño, afecto, pasión, frenesí.
Nuestras miradas se extraviaron en el ocaso de sensaciones barridas por el viento.
El amanecer acarició nuestros cuerpos desnudos, exhaustos después del sagrado combate del amor, mas la envidia del destino (enemigo cruel de los amantes), un día caluroso de agosto, te arrebató (para siempre) de mí.
Expiraste en mis brazos, mientras pronunciabas mi nombre, acompañado con un “te amo”.
Maldije mi suerte mientras bendecía la vida por haberme donado (aunque por pocos años), tu sonrisa, tu mirada, tus caricias….tu ser.
Ahora vago por la vida como un malito escritor errante, poeta agonizante, triste navegante que el tu recuerdo encuentra alivio
Solo le pido a la muerte que tenga piedad de mí, que me bese con sus fríos y malditos labios, para poder encontrarte de nuevo, unidos para siempre, sin dolor, sin distancias, sin un desgarrador: “hasta luego”.