Había en ella silencios eternos,
una aflicción casi perturbante;
por instante invulnerable
y tormentada de infiernos.
Había en ella desamores,
una desgarradora congoja,
monstruos de inconciencia
y un infinito de condenaciones.
Había en ella momentos sollozantes,
instantes de miradas frías,
un rostro agreste, sin gesto
e incontrolables lágrimas ausentes.
Había en su cuerpo de niña
los gritos agónicos, los dolores,
tatuados los momentos de desgracia,
la inmundicia ajena, las violaciones.
© El Yarawix