“Imploro a Dios por él, . . . rezo.”
Mi nieto me dijo viejo,
pero, no con ese dejo
de grosería, de maldad,
de menosprecio a mi edad.
Sino con lindo candor,
que refleja, así, su amor,
el que me he ganado a ley,
lo disfruté como rey.
Su voz, infantil halago,
para mí oído, empalago,
me siento entero, dichoso,
un ser humano orgulloso.
Porqué, al punto, soy su abuelo,
mis canas le dan consuelo,
mis arrugas, experiencia,
son directrices, cual ciencia.
De cómo ser un buen niño,
precioso, sin desaliño,
firme, educado, estudioso,
alegre, todo un buen mozo.
Que, aunque me mire encorvado,
algo lento, hasta cansado,
sabe que este hombre soporta,
ya que, él, me reconforta.
Su vitalidad me activa,
con el alma me motiva;
pido a Dios que no me aleje,
que, encaminarlo me deje.
Con uno que otro regaño,
de esos que no causan daño,
pues, solo son forjadores
de su existir, formadores.
Él, superará a su padre,
será humilde, sin alarde,
mucho mejor que este ancestro,
por sobre todo en lo honesto.
Ojalá que no desista,
que sea buen profesionista,
que llegue lejos, muy lejos,
más que sus queridos “viejos”.
Que sirva a la sociedad,
pleno, hasta la saciedad,
orgulloso mexicano,
ausente de vicios, sano.
Con un corazón enorme,
anhelo, familia forme,
que tenga sus hijos, nietos,
todo sin sufrir aprietos.
En el presente, el futuro,
dicha, lo mejor, le auguro,
que quede claro, anotado,
yo, soy cosa del pasado.
El tiempo pesa, se siente,
mas, esto digo ferviente:
“un reserva de la casa,
aunque viejo, . . . no se raja”.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Ciudad de México, 28 de agosto del 2020
Dedicado a mi nieto, Ian Santiago Mora Ramos
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)