Mis hijos sobre el cieno,
habrán desaparecido para siempre.
Con voces castradas, vozarrones
de chicos, sonidos embalsamados
de amplios corazones sustituidos.
Mi cuerpo de hombre, hecho trizas,
por las ratas de las alcantarillas.
Seré narciso desapegado que promueve
su desaliento, lo propaga.
Y en las escarchas, en los espejos
de la mañana, en el hielo de las fábricas,
anidaré, gusano echado al cuello de los pájaros.
Mis hijas, sobre el heno resplandeciente,
triturado, dejarán brillantes las alamedas
desvanecidas, por donde paseábamos-.
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