Oigo mis latidos a través de su melodía en Sol menor, es un concierto para piano. Admiro a la cultura europea y tal vez un poco más.
A la merced de un viaje anhelado, rebosan mis pensamientos vagos todo el día.
Será la apreciación y afinidad la que me conectan a ese fatídico sueño de media población que no valora lo suficiente.
Podría cerrar mis ojos, Preguntar la hora a un hombre inglés en tierra parisina bajo la incesante presencia de los árboles que protegen a sus sombrías criaturas.
Tal vez sería un 15 de Mayo, no me cautiva su origen pero sí su forma de mirarme.
Me conmueve y me hace sonrojar, parece ser que me ha visto en algún rostro proveniente de América del Sur, que pasó por su lado en épocas de verano.
Le diría que tal vez sería mi alma que viajó primero que mi cuerpo.
No habría manera de sentir lo mismo dos veces, pero acepté su paseo gratuito por aquél Boulevard.
Más que un típico encuentro desaforado de un par de extraños, hubo una larga charla dónde ella toma de su mano de vez en cuando para pasar Les grandes rues.
No sabe porqué lo hace, confía a pesar de vivir en un siglo engendrado por temores machistas y violentos.
No pasaría nada, porque ya eran uno para el otro mientras la noche no culminaba.
Decidió dejar en sus manos, la hoja seca del gran Ciprés que daba sombra a la fuente.
La hoja era gris, pero su reflejo en el río Sena parecía ser azul. Ese tono lo daba la luna.
Nada tenía esa hoja, sólo una sonrisa marcada por sus manos. Podría ser cualquiera pero esa era la que conservó hasta la madrugada.
No habría que guardar nada, para qué si su compañía por escasos minutos parecían ser más valiosos. Aquello del tiempo, cómo nos marca. Cosas, ¿para qué?
Los objetos se van, se pierden, se regalan, se botan, se las roban, se dañan, se olvidan.
La hoja se perdió mientras corrían hacia el Arco del triunfo, ella se preguntaba...
¿Por qué ha de ser París siempre?
¿por qué no puede ser en Valparaíso o en Lisboa?
¿por qué no, Bogotá?
Él sonreía para no responder, tal vez el tiempo no sería el que los uniera.
Se preguntó una vez más que había en París, y él dijo: Una ilusión del amor generada por el mundo, tampoco soy de aquí pero aquí estoy contigo.
No hay nada de malo si se quiere ser víctima del romance y de una fulminante y efímera atracción.
Es lo que la sociedad presente nos ha generado en nuestro inconsciente para justificar cuánto se ha vivido. Una inconsciencia que no me agrada, me fue impuesta por artistas y tal vez escritores. Ni decir del cine y la televisión que bastante han hecho para no dejar lugar a la imaginación.