Me debo al mundo
que me acogió.
Nada le debo
a la iglesia romana
que me agravió
y abandonó.
Yo quise darme
y darme por entero,
mas no por ello
adentro fui acogido.
Se me cerraron
puertas de par en par.
Se enmudeció
mi entusiasmo.
Ni cura pude ser,
ni monje, ni ermitaño...
¿Desconfiaron de mi?
¿Acaso puse resistencia al espíritu?
No lo sabré.
No me escucharon,
no me escucharon,
me desecharon
como cosa inservible
pero no me vencieron.
Hoy soy dichoso
lejos de templos religiosos.
Hoy puedo acceder al generoso
\"pan de la tierra\"
lleno de gratitud.
La sociedad civil es quien me aprecia
y yo la aprecio a ella.
Que ella sea mi casa, mi cobijo y mi ciudad.