Reguero de luz
cayó en el foso,
de una mirada
de verdes ojos.
¡La luz se fue,
envuelta en rojo!
La niña se quedó sola
junto al calor de unas brasas,
junto a la luz que se iba
por unas calles amargas.
¡La luz se fue,
se escapó el alma!
Sus dedos finos,
de piel muy blanca,
se deslizaban
por su ventana,
llamando al día,
que terminaba.
Verdes tienes tus ojos,
que miran y no ven nada,
¡qué pena mes das mi niña!
ni siquiera ven tu cara,
que tu espejo mira y calla,
y llora sin decir nada.
¡Qué pena me das mi niña,
mirando por tu ventana!
Tus ojos miran
noche cerrada,
la luz se muere,
se muere el alba.
¡Ay! mi niña de mis sueños,
en esa noche callada,
en esa noche infinita
sin luz, como fuente sin agua.
No podías ver el lago,
que la luna plateaba,
con nenúfares dormidos,
y cisnes de plumas blancas.
¡Ay mi niña! de ojos verdes,
de pupilas dilatadas.
¡Me das pena, mucha pena,
de que no puedas ver nada!