Abro mis ventanas
en cada amanecer;
ante mi,
un mundo desdibujado
donde lo cotidiano
se ha vuelto una carga incómoda.
La luz
parece luchar con la oscuridad
para devolverle el color
a todos los espacios.
Mi ser,
es un capullo
que lentamente abre sus pétalos
para comprender la creación,
simple evolución interior
que me permite la existencia.
Mis sentimientos
brotan turbios o cristalinos,
atormentados o tranquilos,
desde un lugar misterioso
donde se atropellan
para manifestar mi sentir
que como vino embriagador
satura mi esencia,
helándola o hirviéndola;
para luego,
caminar seguro,
tomar de la mano mi vida,
hasta encontrarme
con la felicidad plena.
Desocupo mi morral
de los ayayay
vestidos de aflicción y dolor.
Mujer,
abro mis brazos ante ti;
aunque tu mundo se desmorone
ven al mío,
es pequeño,
pero,
siempre tendrás un espacio.
Disipo el espejismo
de esta realidad engañosa;
abandono la confusión
por el desorden reinante.
En el silencio profundo
me abrazo a tu amor,
para caminar armonioso
entre la jauría humana
que nos acosa furiosa
para robarnos la paz,
la concordia,
el equilibrio...