Que Dios, si existe, te acoja entre sus brazos
y sus vírgenes desnudas te acojan en sus senos.
Si somos luz y polvo, luz y polvo de estrellas,
que seas la rosa blanca de un jardín lejano.
Que en tus últimas horas vieras el último camino,
sendero de piedras blancas, de plumas y de conchas.
Que en tus últimas horas en la orilla de la vida
vieras la otra orilla, valiente y sin miedo.