Quise ser roble, pero nací alcornoque,
piel arrugada, sin frutos y sin flor,
achaparrado, sin nueces ni piñones,
¡un árbol borde me sentia yo¡.
Pero un buen día mi tronco acariciaron
y mis arrugas borraron sin dolor,
me desnudaron y como un árbol nuevo
volví a la vida y empecé a ser yo.
Tomé conciencia de mí, de mi existencia
que nadie es borde que el mundo es un vergel
en que tan solo el hombre desentona,
nos esclaviza porque se cree el rey.
Con mi Corteza protegen las añadas
del mejor vino, del cava y del champán,
gracias a mí, el vidrio se hace cuna,
la gente brinda y se desea paz.
Los pajarillos crían en mis ramas,
hacen sus nidos, cantan al amor,
bajo mi sombra, los rebaños pacen,
los niños juegan y se aplaca el sol.
Y conocí a una encina centenaria,
en un abrazo fundímonos los dos,
un solo cuerpo sobre la madre tierra
enraizados en un eterno amor.
Hasta la más humilde criatura
es un canto, un regalo, un don de Dios,
todos somos un beso de la vida
si le sabemos abrir el corazón.