Cada vez que ella se acercaba a la ventana,
el grillo, que vivía al pie de dicho lugar,
guardaba silencio para no ser descubierto.
Quieto permanecía y en testigo se convirtió
de los tristes sentimientos que ella llevaba
y que con esfuerzos su alma cargaba.
Desde su pequeñez y simpleza,
supo que sufría de tristeza y soledad
y decidió hacer algo por ella.
Todas las noches, a falta de una guitarra,
entonaba bellas y hermosas melodías
con el suave violín de sus delicadas alas.
Con su música adornaba el silente jardín
aminorando un poco el dolor de la joven
y haciéndola sonreír, aunque fuera un poco.
Anna Gutiérrez.