Fuimos presos del miedo,
y nos guardamos los abrazos.
Fuimos testigos del silencio, cuando en las calles no había llanto.
Aprendimos sobre la libertad, cuando vimos a los pájaros desde la ventana volar.
Ojalá no nos olvidemos que nuestras manos hacían puentes, que los besos eran tiernas maneras de presencia.
Ojalá recordemos que la lluvia nos mojaba, que el rocío dejaba su brillo en la mañana.
Que nada haga creer que
entre nosotros no había roces, no había palabras, no había encuentros para darnos consuelo.
Que ninguna oscuridad se haga locura, y ningún aislamiento se vuelva penumbra. Que no nos privemos de los consejos ni de las pasiones. Que sigamos entregando al cielo las flores.
Y aunque nos acobarden con sanciones, nos amenacen, nos controlen. Nunca, pero nunca perdamos la valentía del amor que es la cuerda para tocar las canciones.