Como andaba lentamente, y de los ojos de mi madre de parpados oscuros me columpiaba, lavando siempre, siempre, no dejaba de lavar, se que en ese lavadero ella pensaba, pensaba como pienso yo, solo pensaba, nunca escribió, nunca aprendió, las letras para ella fueron signos ajenos, mas leía, sabia leer, leía cuentos, pero no imaginaba, veía en sus novelas figuras significativas, y reía, el placer de leer lo conoció en un momento, alguna vez cuando dejo de lavar, le recuerdo tanto de espaldas, inclinada lavando, ¡agua pasando por sus manos, viéndola irse con la mugre, envenenando el agua con sus ojos de parpados oscuros! ¿a donde creía ella que las cosas se van como la mugre, como un pensamiento, como un poema jamás escrito? Como su vida, su vida de lavar, eternamente lavando, y en esa melodía corta que con dulce voz escuchara allá, está encerrada mi madre y su lavadero, está lavando siempre mis recuerdos, por eso le digo.
¡Siempre te encuentro lavando!.
Mi madre lavaba antes de nacer, antes de crecer, lavó por todos, lavando por mi, por nosotros, dejó de lavar un momento para decirme que su amor, el amor que nos tiene es sagrado, que el amor por mi padre es tan grande como grande puede ser su vida pegada al lavadero, que el amor mismo es como la mugre que se cuela ahí donde se va el odio y el tiempo.
Y como se anda lentamente me volví y seguí pensando y recordándola, encerrada en una melodía corta en una canción sencilla y tierna, en esa tonada de agua, en ese tiempo donde nos recordamos todos, ahí donde recuerdo a mi madre y su lavadero.
Hoy mi madre reza, quizá tema por haber lavado tanto, por dejar limpia su alma de tanto pensamiento, por dejarnos sin mugre y sin llanto, por habernos tenido siempre ajenos, por alejarnos del agua, para que supiéramos escribir, para que todos sus hijos pudieran correr y amar, amar de verdad, amar de frente, sin pensar en tantas cosas que tenemos que vivir.
Gracias madre.