Viajé por los caminos de la gloria,
anduve por las rutas del ensueño;
de amor y de esperanza fui su dueño
y pude fabricar mi propia historia.
Las penas no obstruyeron mi memoria,
y amé con gran pasión y gran empeño;
haciendo de mis actos el diseño
del hombre acostumbrado a la victoria.
Ahora en mi cenit el mundo miro
lo mismo que miramos un sainete,
sintiendo que la vida es un suspiro
y somos de la muerte su juguete;
que siempre aterradora, cual vampiro,
nos pone en las muñecas su grillete.
Autor: Aníbal Rodríguez.