EXTREMADAMENTE EGOCÉNTRICO
El hombre devora sus propias manos,
borrachos de codicia y de lágrimas secas,
solo bebe dinero y placer momentáneo
en un mundo como solo ellos saben mirarlo
como ortigas estremeciendo las flores
o como cobras —listos a devorar—
para saciar su ego.
El hombre —el dios de su tiempo—
completamente primitivo,
en el silencio de su moneda
va huyendo de sí mismo,
con su sombra en el hombro.
LMML.