De repente, eres tú, caminando bajo el invierno
De repente, soy yo, navegando tus cabellos
De repente, son nuestros cuerpos, tendidos en la greda
De repente, somos uno, de repente, somos entrega
El invierno que florece las viejas ramas vacías
Tus ansias, que son latido, de un corazón agotado
Los cuerpos que, en ofrenda, sacian la noche sedienta
La luna que cobija nuestras almas desgarradas
Seremos niebla insondable, que cubre la soledad y la espera
Tu boca pugnaz será fulgor, que trace el camino a tu esencia
Mi hombría inerme, será presa de la profunda noche hambrienta
Y juntos tu cuerpo y el mío, de repente, se habrán unido