gaspar jover polo

¿Te molesta mi amor?

 

¿TE MOLESTA MI AMOR?

 

Por entonces

todavía se podía salvar al comandante

en el último suspiro.

Iba herido, sin piernas,

y en parte agonizaba sobre el pasto,

pero su puro ardía

como un cometa en medio de la noche

espesa de alambradas, la penúltima

antes del desembarco.

Y entonces, el comandante, todavía,

podía bracear, dar instrucciones,

sobre su pata de palo.

Y todavía lanzaba las consignas

y diseñaba los cambios

que el porvenir asumía simplemente,

todavía se cantaba a la alegría

y al futuro en todas las habitaciones.

“Estos años son el pasado del cielo”,

“Somos prehistoria

que tendrá el futuro”,

“La era está pariendo un corazón.”

 

El paraíso tan cercano

casi nos hacía cosquillas en los dedos

con el muñón de la pierna,

y nos ponía una sonrisa utópica, una sonrisa

científica sobre el jugoso labio

rojo. No era en verano,

no en la playa, sino en el piso céntrico,

charlando y opinando, debatiendo

casi a punto de celebrar

la llegado del necesario estado de excepción.

“Te molesta mi amor”,

cantaba ella en el aseo,

o en el rellano

o sobre el trozo de cocina todavía por fregar.

“Abre pecho a la muerte

y desdeña su suerte

por un tiempo mejor, ooor”.

 

Y ya veíamos llegar el futuro

alborotando, transpirando, trepidando,

creando espacios al doblar de las esquinas,

“por quien merece amor”.

 

Los momentos se agrupaban de otro modo,

el profeta clamaba en público.

Las claras claraboyas lo alumbraban

sin miedo al qué dirán.

 

Durante aquellos años

con frecuencia lloraban los malvados,

y los débiles no se asustaban

fácilmente. “Abre pecho

a la muerte. ¡El más enamorado!

Este amor aguerrido”.

 

Por entonces, el poeta vivía justo al lado.

El poeta profeta. Casi casi dormía

en nuestra habitación.

 

 

Gaspar Jover Polo