Toma mi mano, dijo la musa al poeta, ofreciéndola tendida;
cántale a la alegría, regocija la rueda, tu fama será bien sabida.
Descuéntale a la opulencia, reparte la riqueza, te querrán sin medida;
alaba al sol, haz reina a la luna, te creerán cabeza perdida.
Cuando viajes, ni dinero ni equipaje, nunca faltará comida;
el odio y el rencor, en un puño, y en el otro la envidia.
Suelta la ambición en un fondo, lástrala, que no tenga salida;
al amigo y al hermano, tenlos colmados, son tu moneda escondida.
Pero, entrecerró sus ojos la musa y dijo: La mujer está prohibida;
volteó, mirándolo tiernamente, para ella no hay consejo ni medida.
Fijó su vista al cielo, apretó su mano, y la alzó decidida:
¡Sufrirás amándola! Porque es pura y excelsa, la bendición de tu vida.