Amada, si veis en mis versos abiertos
algún rastro de dolor ingrato,
es nomás orgullo y temor barato
que arranco de mis jardines yertos.
El verdadero verso está en el salmo fecundo
que borra las negras agonías
que florecen en el alma ―¡tan frías! ―,
para mostrar mi verdadero canto al mundo.
Amada, veréis que pronto la aurora
hará brillar en mi jardín un sol esplendoroso,
y se llenará mi alma del armonioso
vibrar de tu voz consoladora.