Sonaba un cascabel,
y un jilguero se posó en tu cuna;
llamó a los ángeles esa vez,
tarareándoles que aprendan de ti,
relucir su talento con soltura.
Picoteó la baranda,
y una risita se le escapó al alelí;
una Aurora nacía al alba,
y de dones no la había que bendecir.
Princesa hermana,
de mil talentos traslaticios al arte;
haces de tu sonrisa la causa,
ay, finura de facción afable,
de transformar al color en dulce pastel.
Poco suave es mostrarme tan ufana,
de ser pariente de talento andante;
hace mucho tiempo de que eres humana,
hace dieciocho años que ya no eres ángel.
Se prepara la orquesta,
mientras cae el mantel;
cubiertos en la mesa,
y qué melodía de chinchines.