Era un once de septiembre,
cuando el día comenzaba
una gran ola de horror
subida en un avión
el mudo libre inundaba.
Más de tres mil muertos son.
Se dice en pocas palabras,
inocentes un montón
y nadie se lo esperaba.
Ataque tan a traición
solo cabe de esa raza
que toman la religión
como arma para ir de caza.
El mundo se desgañita
con un clamor de venganza
y al moro le da la risa
sabiendo que no le alcanza
represalias de blandengue
con miedo a salir de casa.
Los traidores a su causa
excusas quieren buscar
justificando la hazaña
en contra del capital
¡El petróleo es el culpable!
Repiten ya sin cesar
¡La explotación de los pobres!
¡El hambre y necesidad!
No quieren ver esos ciegos
la motivación de Alá
con su profeta Mahoma
que predicó la Yihád.
¿O acaso en el siglo siete,
Occidente le oprimía,
cuando en pie puso a sus huestes
a conquistar lo que había?
¿O en los siglos doce y trece
el petróleo corrompía
a tantos pobres cruzados
que fueron donde debían?
Solo con paños calientes
No cura ninguna herida
Un montón de años después
La gangrena está extendida.
¡Habrá que amputar!
Queramos o no queramos,
es una necesidad
que cortemos por lo sano.
¡Dejémonos de pamplinas!
Defendamos nuestra vida,
como Isabel y Fernando
marquémosles la salida
que asuman que su Yihád
otra vez tienen perdida.