QUINSONNAS

Pintor (Romance Heroico)

 

 

Con tonos de un pastel algo difuso

camino entre farolas ambarinas

en óleos remezclada y carboncillos

la glauca nitidez que tengo en vida.

Define, demacrada, mi horizonte

carente de baldosas amarillas

y tenues, melancólicos, y hastiados

presiento a mis confines sin salidas.

La tarde es incolora en sus destellos

y escuálida resulta su neblina

envuelta en claroscuros intangibles

flotando entre paisajes tenebristas.

Mis cuitas busco sólo contestarlas

perdiéndose por dónde se encaminan

y un vaho inexpugnable me rodea

hallándote, a mis ojos, extinguida.

Conformo un caballete de amargura

y lúgubre, su lienzo, me castiga

mostrándome, macabro, un esfumato

con trazos de mis súplicas y heridas.

Contienen mis matices de inquietudes,

siluetas de tinieblas mortecinas,

borrosas, sin piedad, y amortajando,

a todos mis pinceles sin pupilas.

Opacas, tras marcharte, me avasallan

quedándome sin musa ni inventiva

poniendo en mis latidos, desde entonces,

estampas que, a mi amor, lo difuminan.

En épocas lejanas tú me amaste

trayéndome acuarelas de delicias

y al irte, este despojo, de mí, queda

deshecho en un borrón de mil astillas.

Contigo dibujé mis propios frescos,

capillas de basílicas sixtinas,

cascotes que cayeron derrumbados

sin pausa, fulminantes, y deprisa.

La musa y el pintor fuimos actores

de todo lo que ahora, cruel, me asfixia,

los dos interpretando, mutuamente,

pasiones sin telón ni bambalinas.

Mis lágrimas, aún, mojadas siguen

llevando a mi paleta su agonía

sin ti, con sus colores, destiñendo…

…la imagen de tu adiós y tu partida.