Todo terminó arruinado
aquella tarde de enero,
cuando surgió un aguacero
de mis ojos desbordados.
Así lo quiso el destino
que se impuso a nuestras ansias,
y nos ganó la distancia
que abrió en dos nuestro camino.
Mas la fuerza del amor
queriendo luchar contra ello,
a pesar que puso empeño
se marchitó como flor.
Y fuimos dos peregrinos
sin poder de decisión,
al compás de impuesto son
del albur de nuestro sino.
Y resignados caímos
en el dolor más profundo
al no comprender que el mundo
no es un lugar que elegimos.
Jorge Horacio Richino
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