Jorge Horacio Richino

TENER QUE DECIR ADIÓS

 

 

Todo terminó arruinado

aquella tarde de enero,

cuando surgió un aguacero

de mis ojos desbordados.

 

Así lo quiso el destino

que se impuso a nuestras ansias,

y nos ganó la distancia

que abrió en dos nuestro camino.

 

Mas la fuerza del amor

queriendo luchar contra ello,

a pesar que puso empeño

se marchitó como flor.

 

Y fuimos dos peregrinos

sin poder de decisión,

al compás de impuesto son

del albur de nuestro sino.

 

Y resignados caímos

en el dolor más profundo

al no comprender que el mundo

no es un lugar que elegimos.

 

 

 

Jorge Horacio Richino

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