En la lúgubre cripta del sigilo,
yace la madre de mi amor dormida
y en mi pecho está sangrando la herida
al ver romperse aquella rama en vilo.
Ya mustia la flor de fértil pistilo
que sólo vive para dar la vida,
hasta del mismo Dios fuiste escogida
para guiar mi alma en un mundo tranquilo.
Mírame, ¡oh madre! en aquella extrema hora,
cuando a las sombras de mi noche oscura
ascienda ya con indeciso paso.
Quiero que el sol que iluminó mi aurora
sea el mismo que con su llama pura
languidezca las nieblas de mi ocaso.